lunes, 1 de octubre de 2012

Detrás del científico.



Sebastián abrió sus ojos un sábado de septiembre a las diez de la mañana. Se levantó tarde porque su alarma no sonó lo suficientemente alto como para despertarlo del sueño tan profundo en el que se encontraba. Ese sería el primer percance que tendría en el día.

Se bañó tan rápido como pudo, se vistió con un sueter café que encontró sobre la lavadora de su apartamento y el primer jean que vio. Antes de partir hacia la Universidad Nacional de Colombia, recordó que no había desayunado. Tomó dos panes y un té de hace dos días el cual estaba en su nevera. Se calmó un poco y buscó su maleta. Empacó su cámara, una libreta para tomar apuntes y un lapicero. Al fin, salió de su apartamento.

Salió a toda velocidad hacia el Portal Norte de Transmilenio y al llegar, se dio cuenta de que no tenía dinero para comprar pasajes. Pensó qué hacer durante unos cinco minutos y caminaba de un lado a otro, presa de la rabia. Recordó entonces que tenía monedas en el bolsillo más pequeño de su maleta. Sacó todas las que habían y encontró 1900 pesos. Compró el pasaje y tomó velozmente el articulado que lo dejaría en la estación de la calle 45.

El viaje desde el norte hasta la 45 se hizo eterno. Ahí se encontraría con Diego, un amigo de la universidad. Ellos se dirigirían hacia la Universidad Nacional para buscar un científico. Cada uno había estado siguiendo un tema de ciencia durante todo el semestre por una materia llamada "Introducción al Lenguaje de la Ciencia" en la Universidad Externado de Colombia. Sebastián había escogido Astronomía como ciencia a seguir. Diego escogió Biomedicina. Esta vez, para continuar con el seguimiento, debían encontrar y entrevistar un científico.

---¿Qué vamos a hacer ¿Hacia dónde vamos?---preguntó Sebastián, ligeramente desubicado pues llevaba sólo nueve meses viviendo en Bogotá. ---Pues ir a la Nacional y buscar en la facultad de física lo suyo.--- le respondió Diego en un tono despectivo. ---Todo bien. ¿Usted qué va a hacer?--- dijo Sebastián. ---Allá miro si encuentro algo en la facultad de medicina---, sentenció Diego.

Caminaron desde la avenida Caracas hasta la carrera 30 cruzando toda la calle 45 hablando de cosas banales y cotidianas. Cosas de las que hablan dos estudiantes de 17 y 18 años, que parecían poco concentrados en hacer lo que debían. Al llegar a la universidad más grande del país, se sintieron intimidados por el ambiente. Las paredes llenas de imágenes de revolucionarios, frases pro-socialistas y que apoyan el sistema de eduación público, y estudiantes con aspectos algo particulares. Algo muy distinto a lo que se vive en la universidad a la que ellos pertenecen, donde existe y es aceptado el discurso el cual dice que un graffiti es considerado algo que haría un vándalo, no un estudiante deseoso de expresarse.

Se podía agarrar la tensión en el ambiente, y al mismo tiempo se percibía una vibra de libertad de expresión, donde nadie coarta la opinión propia, y afán de aprender. La tensión la estaban creando tal vez ellos en sus cabezas, pues no estaban para nada acostumbrados a un entorno tan distinto al de la universidad privada y pudiente. Una vez dentro de la universidad, le preguntaron al celador por la facultad de física. ---¿Dónde queda la facultad de física?--- interrogó Diego. ---¿Física? Mmm, la verdad no tengo idea, muchachos.---contestó el celador, que miró con indiferencia al par de estudiantes, a simple vista, foráneos.

Ambos continuaron su camino hacia los adentros del recinto educativo más conocido de Colombia. Arrivaron a lo que podría decirse que es el punto de encuentro o centro de la universidad, la plaza del Ché. Se le llama así por una gran pintura del Ché Guevara que hay en la pared de uno de los edificios que están alrededor de tal lugar. ---¿Por qué no le preguntamos a los estudiantes?---, dijo Sebastián, desesperado por encontrar su lugar de destino.---Porque por ahí nos dicen mal dónde quedan las cosas para que nos perdamos. Estamos en la Nacional, chino. No en el Externado---.

Por fin encontraron a un vigilante que rondaba cerca de una gran zona verde ubicada al frente de la gran plaza.---¿Dónde queda la facultad de física?---, preguntó Sebastián.---No sé chino, ahorita mismo no me acuerdo---. ¿Y la de Medicina? añadió Diego. ---Sí, esa queda aquí mismo. Siga derecho por aquí y a la derecha está.---. Ambos respondieron con un "Gracias" casi al mismo tiempo.

Mientras caminaban hacia la facultad de Medicina, estaban pendientes de dónde podía quedar la facultad de física. Aún así, no encontraron nada relacionado. Llegaron a Medicina y lo único que pudieron encontrar fue muchos anuarios de neurocirujanos. ---Qué viejos se graduaban antes--- dijo Diego. Salieron de ahí y se dispusieron a buscar de una vez por todas la facultad a la cual necesitaba llegar Sebastián.

Regresaron a la plaza del Ché y vieron enfermería, luego empezaron a caminar hacia la parte occidental de la universidad. Observaron Derecho, Ciencias Humanas, Ingenierías, Derecho, Química y otras más. Sebastián se preguntó a sí mismo "¿Por qué aquí no hay Comunicación Social y Periodismo?" y después interrogó a Diego con esa pregunta. ---Aquí no hay Comunicación porque los graduados serían los más izquierdistas del mundo, y al gobierno no le conviene eso---. Se mostró pensativo por un momento y pareció impresionado, pero luego no le dio importancia y siguieron con la búsqueda del experto en Astronomía.

El cansancio y la fatiga empezaban a acosar, y ellos aún no encontraban la facultad. Llegaron hasta la facultad de Cine y Televisión. Sebastián recordó que su primo, quien estudia eso ahí, le dijo una vez que la suya era la última facultad de la Universidad. Que quedaba muy, muy lejos. Dieron marcha atrás y vieron un camino por el cual no habían pasado todavía. Caminaron y caminaron hasta que llegaron a un edificio de tamaño mediano que decía "Facultad de Ciencias". ---¡Aquí fue!--- exclamó Sebastián. Se acercaron y le dijeron a un celador que necesitaban un astrónomo. ---Vayan al observatorio, muchachos. Es un edificio pequeñito que arriba tiene como una coquita--- dijo en tono cansado. Los dos se miraron y se dijeron que no sabían que en la Nacional había observatorio. Le agradecieron al celador y fueron hacia su nuevo destino.

El observatorio estaba cerca de la facultad de Ciencias. Llegaron a la puerta y vieron un volante que decía algo relacionado con una convención de astronomía. Sebastián consideró eso como excelente y se sintió afortunado. Entraron y parecía estar solo. Había un ambiente inhóspito y oscuro, cuando se oyó una voz aguda que los sacó de su impresión por la penumbra del sitio. ---Buenos días, a la orden.--- mencionó la que parecía ser la secretaria del lugar. ---Buenos días, disculpe... lo que pasa es que necesito un astrónomo para hacerle unas cuantas preguntas. Soy estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Externado de Colombia.--- dijo Sebastián. ---Un astrónomo... pues mira, los sábados es medio difícil que consigas un profesor, pero te puedo dar el correo del director del observatorio. Le mandas un mensaje y pues cuadras con él. Igual entre semana es más fácil que consigas un docente ---Sí, por favor.--- respondió un impresionado Sebastián, quien creyó que sería más difícil. Sacó su celular y se dispuso a anotar los datos. ---Se llama José Gregorio Portilla. Su correo es Jgportilla@unal.edu.co---. ---Gracias por todo. Me dices que entre semana es más fácil ¿Cierto?--- insistió Sebastián. ---Sí, así es--- le contestó. ---Por acá estaré entonces. Gracias de verdad. Que tengas buen día---. Sebastián sintió que había avanzado un poco, pero no estaría tranquilo hasta haber realizado la entrevista. Salieron del observatorio y morían de hambre. Fueron hacia la cafetería que queda en la azotea del edificio más moderno de la universidad. Terminaron ese día con un palito de carne horrendo y una gaseosa no muy fría.


***

El lunes siguiente, a las cinco de la mañana, Sebastián ya estaba despierto. Entró a bañarse cinco minutos después, y mientras lo hacía, pensaba en todo lo que debía realizar en la semana. Tenía todo tipo de trabajos en las distintas materias de la universidad. Conseguir la entrevista era uno de esos. Él debía llegar a la universidad a las nueve de la mañana, pero llegaría a las siete para preparar una exposición de historia. Salió de su casa a las 6 y se quejó, como cada lunes, del trajín que suponía entrar a un Transmilenio que fuera hacia el centro de Bogotá a esa hora.

Se bajó en la estación de Museo del Oro. Ahí, caminó hacia la Universidad del Rosario. Entrar era muy difícil para un estudiante de que no fuera de ahí. Para su suerte, tiene un primo que estudia Historia allí. Ingresó para buscar un libro que le sirviera de referencia para la exposición. Luego, subió a su universidad a las 7:10 de la mañana. Habiendo llegado al Externado, hojeó un poco el libro que pidió prestado en la biblioteca rosarista. Dos horas más tarde, se encontró con Melisa, una amiga suya que tampoco había hecho nada referente al trabajo para Lenguaje de la Ciencia. ---Parce ¿Ya hizo lo del científico?--- preguntó ella. ---No, todavía no. Estoy muy estresado por eso.--- respondió Sebastián. ---Vámonos para la Nacional. No entraré a Inglés. Iré a buscar un neurólogo.--- dijo ella. El trabajo de Melisa tenía que ver con Alzheimer. ---Bueno, yo tampoco entro y nos vamos.---. Así, ambos partieron hacia la Nacional (Sebastián por segunda vez).

Bajaron la calle 12 a toda velocidad. Tomaron un bus en la calle 19 y llegaron raudamente a su destino. Entraron por la calle 26 y fueron hacia la plaza del Ché. Sebastián recordó entonces su experiencia del sábado. ---Separémonos. Yo voy para Medicina--- dijo Melisa. ---Listo. Yo voy para el observatorio.--- respondió Sebastián. ---Yo te llamo y nos vemos acá. Que te vaya bien.---. exclamó ella. ---Igual a ti--- sentenció él.

Sebastián casi no recordaba dónde quedaba el observatorio, así que una vez más se vio obligado a preguntar. Un señor que llevaba una carretilla cargada de gaseosas, notó que Sebastián se mostraba desubicado. ---¿Qué busca, chino?--- gritó. ---El observatorio--- respondió él, mostrándose desconfiado. ----Vea, siga para allá. Es llegando a la 30---. Sebastián sabía que era mentira, por lo que hizo caso omiso y siguió su camino. Al llegar a la facultad de química, se ubicó. Caminó en diagonal hacia la derecha y divisó la cúpula del observatorio. Se dispuso a entrar.

La puerta principal estaba abierta y entró como si nada. Esta vez, no encontró a nadie y todo parecía estar apagado. De repente, salió un anciano de estatura baja y con aspecto de amargado. ---¿Qué necesita?--- preguntó tajante. ---Ehh, necesito un astrónomo para hacerle unas preguntas. Vine el sábado y me dijeron que podría ser con José Gregorio Portilla.---. ---Todo eso es con la secretaria. Ella no está. Vuelva cuando esté---. respondió el viejo, casi sin mirar a Sebastián.

Sebastián salió algo enojado por el trato que recibió de parte del anciano. Resignado, llamó a Melisa a preguntarle dónde estaba. Ella le dijo que ni siquiera había llegado a dónde se dirigía. Sebastián caminó en círculos en el pasto de al frente del observatorio. Llamó a Diego y le dijo que no había encontrado nada, otra vez. En ese momento recordó que Melisa le dijo ---Parce, hay que ser muy insistente. Recuerda lo que dijo Raigosa.---. Sebastián se decidió a entrar una vez más para buscar a su astrónomo.

Entró y esta vez sí estaba la amable secretaria del sábado. Sebastián le dijo que necesitaba al director del observatorio y ella le respondió. ---¿El profe Portilla? Está ahí en la sala. Espera que salga y te atiende---. Sebastián quedó atónito. Cuando asimiló que haría su entrevista probablemente en cinco o diez minutos, se dio cuenta de que no había llevado su cámara ese día. Él no contaba con ir a la Nacional, por eso no la metió en su maleta.

Él había redactado seis preguntas con antelación. Esas sí las tenía en su cuaderno. Mientras pensaba y repensaba las preguntas, apareció por el pasillo un hombre muy alto, de aspecto imponente y gran porte. Un intelectual a simple vista. Miró de reojo a Sebastián y se dirigió hacia la secretaria. ---Profe, este estudiante lo necesita.--- le dijo la secretaria. ---Dígame, joven.--- exclamó el profesor Portilla. Enseguida habló, Sebastián notó su tono de voz, grueso y sobrecogedor. Sebastián, quien estaba muy nervioso en un principio, le dijo ---Es un gusto, profesor. Me llamo Sebastián Duque Sánchez. Soy estudiante de Comunicación Social de la Universidad Externado. Quería ver si podía concederme unas preguntas. No demoraré.---. ---¿Cuánto es "no demoraré"?--- replicó el profesor. ---Veinte minutos---. dijo Sebastián. ---Quince, hermano. Estoy ocupadito ahora.---. ---¡Listo!---. dejó salir Sebastián. Él estaba emocionado por haber conseguido la entrevista, pero preocupado por la poca disponibilidad que de entrada mostró su científico.

Caminó con el profesor Portilla hacia una oficina grande. Parecía una sala de reunión. Estando ahí, Sebastián le explicó porqué debía realizar la entrevista. Le explicó que estaba llevando una bitácora de un tema científico particular en una materia llamada "Introducción al Lenguaje de la Ciencia", más específicamente Astronomía. Y que para esta vez, debía entrevistar un científico perteneciente a su ciencia. ---Pregunte pues---, dijo José Gregorio. Ahí comenzó la entrevista.

¿Por qué decidió ser astrónomo? preguntó para empezar, Sebastián. El profesor reaccionó de manera no muy agradable a esa pregunta, cambiando su semblante de uno agradable a uno que proyectaba fastidio. ---Porque me gusta. Porque desde siempre me ha apasionado. Desde soy muy pequeño.---. Esa fue toda la respuesta. Sebastián se acordó de su profesor, Andrés Raigosa, quien les había dicho que hicieran durar la entrevista. Acabar en cinco minutos no era señal de nada bueno. Pensó entonces que en tres minutos el profesor Portilla lo iba a sacar de la sala en la cual se encontraban.

¿Qué es lo que más le apasiona de su investigación? interrogó Sebastián. El semblante del científico cambió nuevamente, pero esta vez, para bien. Este último respondió que lo que más le gusta, es observar que la naturaleza está matematizada. Que le gusta mucho el hecho de poder predecir fenómenos, de contrastar, y el hecho de que su trabajo le parece muy particular. En ese momento, le habló a Sebastián de un concepto que lo dejó anonadado. Le habló acerca de algo que él llamaba "La frontera del conocimiento". ---¿Qué es eso?--- preguntó Sebastián. El profesor Portilla le dijo que hay que leer, estudiar mucho para llegar a esa frontera. Se alcanza con años de dedicación y experiencia. Cuando se está en ese punto, uno puede plantear cosas que no se han hecho, y se puede estar seguro de ello pues la experiencia y el saber te ofrecen respaldo.

La siguiente pregunta fue ¿Ha realizado publicaciones? Si sí ¿En qué medio? y si no ¿Por qué? ---Claro que he publicado. En parte vivo para ello---. ---¿En qué medio ha publicado?--- insistió Sebastián. Le respondió que ha publicado en la revista de la Academia Colombiana de las Ciencias Exactas, de la Academia Colombiana de Física, en la revista Mexicana de Astronomía entre otras.

Dígame algo negativo de su trabajo, le pidió Sebastián al científico. Este último le contestó que principalmente considera negativo el fundamentalismo de algunos científicos. Sebastián le pidió que se explicara un poco más. El profesor accedió gustoso. Le explicó que el fundamentalismo se basa en que algunos científicos se "casan" con algunas teorías y, por lo tanto, tienden a no aceptar otras. Portilla dice que en eso de la Ciencia hay que ser abierto y práctico. Que no hay que estancarse con una sola teoría. Mencionó también que las nuevas generaciones de científicos realizan descubrimientos importantes y hacen públicas sus teorías. Comentó que, por eso, los que más inmersos están en fundamentalismos son los científicos experimentados, casados con la teoría de su dominio y agrado. Sebastián se quedó algo confundido, pues en su clase de Lenguaje de la Ciencia, su profesor dio unas nociones de ciencia, y dentro de estas había una que planteaba que los científicos en su mayoría aceptan refutaciones para ser mejores.

¿Cree que debería fomentarse el estudio de astronomía en Colombia? José Gregorio respondió de manera muy segura y tajante que sí. Dijo que en este país estamos muy "quedados" en el estudio de la astronomía. También mencionó que estamos un país de clima caprichoso para estudiar astronomía, por la posición cercana a la línea ecuatorial. Sebastián no comprendió muy bien eso, pero lo dejó continuar. Dijo medio enojado que no hay profesionalidad ni compromiso de parte del gobierno para el estudio de estos. Mostró ganas de tener más colegas manejando un lenguaje científico-matemático. Sentenció seguro de sí mismo que el estado no ayuda a fomentar el estudio de esta. Colciencias no recibe el apoyo necesario para hacer algo significativo y que tal vez por eso, otros países están mucho mejor posicionados dentro de un ranking astronómico.

¿Se están formando ahora mismo una buena cantidad de estudiantes en esto de la astronomía? Para responder esto, el profesor apeló a una cita bíblica. Dijo "Muchos somos los llamados, pero pocos los escogidos". Y aclaró que al decir muchos, igualmente no es una cantidad para nada comparable con los jóvenes que entran a estudiar medicina o carreras de ese estilo. Que aparte de que entran varios, al final quedan muy pocos estudiantes. En un tono orgulloso y al mismo tiempo de lamento, dijo que en Colombia sólo hay alrededor de entre trece y quince personas dedicadas 100% al tema de la astronomía, siendo él una de ellas. Habló de que no hay suficientes cupos para dictar clases de astronomía, dando como ejemplo el caso de la Universidad Nacional. Pero que sin embargo, se dictan clases todo el día todos los días en el observatorio a los interesados, aunque con el tiempo vayan abandonando la causa astronómica y científica.

Por último Sebastián preguntó: "Entonces ¿Qué le diría a los que entrarán en este tan interesante mundo de la astronomía? El profesor se mostró inseguro, sin saber qué decir, aunque luego su respuesta sería brillante. Dijo que no le diría nada a los que entrarán a la astronomía. Que se dirigiría más bien, al grueso de jóvenes a punto de empezar sus vidas universitarias, y los invitaría a hacer parte del mundo de las Ciencias y las Matemáticas. Habló del pésimo sistema educacional colombiano en los niveles de primaria y bachillerato. Destacó que ahora mismo, muchos estudiantes le tienen una fobia a las matemáticas, a los números, que a él le parece absurda. Que si el gobierno colombiano mejorara el sistema de educación, la cosa cambiaría. Sebastián, un poco más entrado en confianza, le dijo ---Claro, se lo puedo decir yo que tengo 17 años y voy en segundo semestre. La mayoría de los jóvenes hoy en día prefiere estudiar Medicina o Derecho. En mi univesidad, por ejemplo, entran por semestre, más de 200 a Derecho---. ---Sí, es que es así. Además, estoy seguro de que un matemático que dé clases en una buena universidad y publique con constancia, tiene mejor salida laboral que un abogado promedio---. ---Eso es todo. Muchas gracias de verdad, profesor Portilla. Fue un placer poder hacerle estas preguntas---. ---Igualmente, joven.---. ---Qué esté muy bien, pase un excelente día.---.

Sebastián salió del observatorio brincando en un solo pie, cantando victoria. Le produjo mucha satisfacción saber que estando a Lunes a las 11 de la mañana, ya había hecho la entrevista. Llamó a Melisa, y ella lo bajó de la nube. ---Parce, ¿Y grabó video?--- ---No.---. ---¿Grabó audio?---. ---No, Raigosa dijo que tomáramos notas.---. ---¿Tomó al menos una foto?---. En ese momento, Sebastián volvió a sentirse derrotado. No había constatado nada de su entrevista.


***




Al día siguiente, Sebastián volvió a la Nacional por la tarde. Esta vez, acompañado de Jorge y Diego. Dos amigos suyos. Fue nuevamente al observatorio y explicó a la secretaria lo que había pasado, y que necesitaba tener una constancia de que estuvo el día anterior hablando con el profesor. Ella tomó el teléfono, lo llamó y a los diez segundos, colgó. ---Ya viene, tranquilo---, dijo ella con el tono agradable de siempre. Sebastián sacó su cámara y la alistó para tomar la foto lo más rápido posible. Cuando el profesor Portilla apareció, Sebastián sintió una pena increíble por ser tan torpe, saludó y se disculpó. ---Tómame la foto rápidito que estoy en una reunión---. ---¡Tranquilo!--- exclamó Sebastián a medio gritar. Fue cuestión de medio segundo para que Sebastián levantara su cámara, enfocara al científico y tomara la foto por la que fue una vez más a la Nacional. Salió del observatorio, le tomó fotos al pequeño edificio, unas cuantas a la universidad en general y le dijo a su profesor, Andrés Raigosa, que el inconveniente de las fotos estaba solucionado, pues él le había comentado que le faltaba eso. Teniendo la constancia, Sebastián pudo marcharse a su casa para descansar, pero sólo un poco. Aún le quedaban muchas cosas por hacer, y la semana apenas empezaba, pero sabía que después de ese martes, ya no estaría más detrás de un científico.


























Fotos por: Sebastián Duque Sánchez.






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